«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”».
"Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo".
El mundo clama por el
poder Y nos hacemos conscientes del poder en el mundo: poder económico, poder
político, poder militar, poder soberanista, poder social, poder empresarial, poder de los MCS, poder de la moda, poder eólico, poder solar, ... Podemos hablar de los usos y abusos del poder que
se utiliza en el mundo. En esta fiesta hablamos también de fuerza, poder
concedido por el Padre. Un poder que se separa de este otro poder enérgico o
energético, es un poder para ser testigos de un servicio, de una manera de ser y estar en el mundo, en debilidad.
En estos días en que alrededor
de los días de la Ascensión y Pentecostés tanto se prodigan comuniones y
confirmaciones, celebraciones y marchas misioneras, marianas, me pregunto si no se nos estará haciendo la
misma pregunta que se le hace a los discípulos, ¿qué estáis mirando, estáis haciendo, qué estáis celebrando,
que estáis manteniendo para nada, qué poder es el nuestro?
Ser testigos de Cristo no
nos llegará por arte de magia, por la fuerza o el poder de nuestras
tradiciones eclesiales, del poder de nuestras iglesias de piedra con retablos y
artesonados dorados, ni cubriendo nuestros ciber-espacios de estampas de
imágenes dulzonas de un Jesús lanzando corazones de amor, no vendrá a través de
bellas ropas damasquinadas, ni si quiera de nuestra capacidad de mover masas al
uso que propagan las redes sociales, de nuestras pancartas con lemas encorajinados, probablemente
tampoco venga desde las palabras manidas y engoladas escritas en tinta
cibernética como la que aquí se está expresando, vacía de gestos, ni siquiera del poder de nuestros sacramentos…sociales.
Quizá sólo venga desde el poder del silencio, desde la serenidad del vivir sencillo, pero alegre, desde la "a-potencia" de lo humano,
quizá, pueda ser, que solo venga desde una brisa suave y leve del Espíritu, pero que te hincha los pulmones y te unge la
vida de gracia, de sentido y de sueños.
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