Canciones
que tienen como tema el corazón son multitud, bien que lo lleven por título o
que se entremezcle en el contenido de la letra, canciones de ayer, de hoy y
probablemente canciones del mañana: Ay corazón, Corazón partío, Mi corazón es
tuyo, Disparo al corazón, Corazón contento, Corazón de melón, Corazón salvaje,
En mi corazón vivirás, Baila mi corazón, etc etc, etc y los cantantes
también se me hacen interminables, ya ni los conozco.
Las canciones a través de sus símiles y metáforas, -no quito que
estén en algún momento algo azucaradas, y qué- desarrollan los temas profundos con los que
nos debatimos cada día la inmensidad de los hombres y mujeres de este mundo
–metámonos todos-. La experiencia me dice que el tema del corazón se vive en
cada hombre y mujer, lengua y cultura, en cada esquina y calle de la vida.
La
literatura ha tocado el tema de lo que vive y siente el corazón igualmente, posiblemente
tanto como la música. Por citar sólo un libro de tantos como hay, me referiré a la obra de Susanna Tamaro. “Donde el corazón te lleve”. Me ví con
él en un regalo de esas personas que le han querido a uno “con el corazón”, en
los momentos en que las decisiones se hacen terminantes. Narrativa sensible, un
corazón abierto nos libera de miedos, de pesadumbres, soledades, amarguras, las
cicatrices de la vida que aún supuran, los pensamientos ocultos que desquician
de no ser curados, atendidos…. “Mi corazón, expresaba poéticamente Miguel
Hernández- ya terciopelo ajado llama a un campo de almendras espumosas su
avariciosa voz de enamorado...”
El
lenguaje religioso y especialmente la devoción popular católica en torno al
Corazón de Jesús toca el corazón de manera intensa. En estos días que se
celebra su fiesta litúrgica, la imaginería y la letra de las oraciones y
canciones proponen un lenguaje simbólico que a mí particularmente me descoloca
y del que siento cierto reparo. Sin embargo me pregunto humanamente sobre cuál
es la diferencia en los lenguajes de las canciones del mundo y de la piedad
popular. Pienso que los temas que intentan cubrir reflejan los mismos sentimientos
profundos que anidan en el corazón humano del amor, lo hacen con los estilos y
contextos en los que surgieron. El desagarro, el dolor o llámese cruz que se
produce en el amor, el drama de las experiencias de infidelidad, los
compromisos pactados, el ofrecimiento, los deseos de unión mística o humana, la
ansiedad, pero también el reencuentro, el perdón, el sosiego de la amada o del amado, el reposo, el gozo, …..el consuelo en los momentos duros de la vida, podrían sugerirnos que la devoción al Corazón
de Jesús no está tan trasnochada.
La
Escritura ha sido pródiga en revelar también sentimientos que se producen en el
corazón como aquellas palabras del Cantar de los Cantares “El amor es fuerte
como la muerte…las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los
ríos (Cant 8, 6-7) El corazón es fuente de belleza y profundidad en el
lenguaje, símbolos, cadencias, poesía. Habrá que afinar como lo hace la poesía
enamorada de Juan de la Cruz por citar al más grande.
Cuando
hoy hablamos del Corazón de Jesús estamos expresando en humanidad toda la
profundidad de los sentimientos que nos mueven a amarle y haber ofrecido lo que
somos y vivimos. Por ese Corazón ha merecido la pena desposeerse, descolocarse,
desajustarse, enloquecerse, ir contracorriente, aventurarse en las cosas del
Reino, la misión, ese es el corazón por
el que nos hemos dejado llevar, un corazón salvaje que nos hace bailar con
ritmos nuevos y alegrías soñadoras.
Luis M. Avilés Patiño