Cada mañana enciendo mi vara de incienso y rezo. Mi oración de hoy ha sido sencilla, que mi corazón, Señor, no se encienda en ira contra nadie, que sepa responder con equilibrio a mis esperanzas frustradas, que mi vida siga trabajando por la verdad y que mis ojos sigan extendiendo una mirada compasiva al mundo.
En esta luz del
nuevo día
que me concedes,
oh Señor,
dame mi parte de
alegría
y haz que
consiga ser mejor.
Dichoso yo, si
al fin del día
un odio menos
llevo en mí,
si una luz más
mis pasos guía
y si un error
más yo extinguí.
Que cada tumbo
en el sendero
me vaya haciendo
conocer
cada pedrusco
traicionero
que mi ojo ruin
no supo ver.
Que ame a los
seres este día,
que a todo
trance ame la luz,
que ame mi gozo
y mi agonía,
que ame el amor
y ame la cruz.
Es
fácil ver la vida con corazón misericordioso y compasivo, si nuestras
expectativas en la vida son sinceras y sencillas.
En estos días hablamos de los misioneros de la misericordia, de aquellos que son portadores de la misericordia, decimos que Cristo es el rostro de la misericordia del Padre. Y nos lo creemos en el papel. Después está la vida, las relaciones, los problemas, las personas a las que no puedo ver, eso es otra cosa. Para esta vida, para estas relaciones, para estos problemas estamos cargados de razones y de grandes razones, somos los únicos cargados de razón en el mundo. Pero cada persona con su razón única se enfrenta cada día a la otra persona con su razón única. Nosotros somos los únicos que sabemos resolver bien lo que ocurre en nosotros y alrededor nuestro y nos cargamos de razones y nos proveemos de armas, la voz tronante, la voz insultante, la voz hiriente y demoledora e imponemos nuestra justicia y nuestra razón. Entonces se producen las guerras internas, se traman en el corazón y sólo producen espanto.
Me contaban de
pequeño que los vikingos eran un pueblo guerrero, hambriento de ira y violencia,
sembraban terror. Nos hemos convertidos en nuevos vikingos que en vez de
invocar al Dios de la misericordia, invocamos a Thor, a los antiguos dioses de
la ira, del trueno y el terror. Los ejemplos podrían salir a decenas y centenas
de los hogares, de las comunidades, de las sociedades ¡cómo encontrar paz y
sosiego con estas invocaciones!
Nos hemos
convertido en adictos a la irascibilidad, encontramos placer en nuestras
expresiones de ira. Ello hace que no deseemos que se esfume lo que nos produce
gozo y placer. También es verdad que nos puede traer graves consecuencias de
diversa complejidad. ¡Si nos pudiéramos dar cuenta de cuáles son sus frutos! Para
las personas que tengan cierta sensibilidad, nos haría ser capaces de vencer y
dejar marchar nuestra ira y la estela de ponzoña que exhala a su paso.
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