sábado, 30 de mayo de 2015

Cosas normales, cosas que pasan…

De esta semana me quedo con algo muy cotidiano y normal en la vida de cualquier persona y familia en cualquier lugar del mundo. Un padre cuidando de sus hij@s pequeñ@s.

calle Liverpool


 William es uno de mis profesores de la academia Imagine English, donde estoy recibiendo las clases de perfeccionamiento de lengua inglesa esta temporada. Es un “muchacho” de mi edad muy enérgico y positivo. Alto, rubio y sonriente, siempre nos recibe y despide a los dos alumnos que tiene (Saleh, de Omán y mi persona) con un abrazo rompecostillas. Cosa que creo no es muy común en l@s reservad@s británic@s.

Aparte de sus clases de inglés, la evangelización desde su fe cristiana y una consulta propia de coaching para crecimiento personal, su principal tarea es amar a su esposa Kathy y sus tres hij@s, aún chiquit@s. La mayor tiene quince.


Cosas que pasan

El jueves a última hora, Gary, el coordinador de la academia, me chateó diciéndome que la clase del viernes era en casa de William. Así de familiar. Liverpool es una ciudad de gente muy llana y amigable, por cierto. Allá que me fui, pues, el viernes por la mañana a una típica casa de las de por acá, casi a las puertas del estadio del Liverpool FC en Anfield road. Nada más recibirme en su casa me presentó a sus dos pequeñ@s: un chavalito de unos 7 u 8 años, muy bien portado, y su pequeña princesita de tres y medio, que me recordó a mi ahijada Laurita María con su piel chelita, sus pelitos dorados y sus ojos claros. Rápidamente me di cuenta que estábamos allí porque él debía cuidar de ellos. Así de natural. Así de lindo. Y dimos nuestras tres horitas de clase en el hogar de una familia normal y amigable con sus niños en pijama en el cuarto de al lado porque ese día no tenían clase en la escuela. Tan lindo. Tan humano. Tan divino.

Estación

 L@s chinij@s sentían curiosidad por aquellos dos extraños que ocuparon su casa y a la vez tenían ansiedad por tener a su papa para ell@s cuanto antes. La misma ansiedad de Dios por cada un@ de nosotr@s, sus pequeñ@s. Dios no es impasible, ni inmutable, ni inmóvil. No. Él es alguien ansioso. Todo padre siente ansiedad por sus hij@s. ¡Cómo se moriría su corazón inmensamente grande, cuando su Hijo gritó desgarrado y aterrorizado su último aliento en la Cruz! Sus ansias por nosotr@s son como la de l@s pequeñ@s de William, siempre está impaciente porque corramos a su encuentro para abrazarnos con esos abrazos que te conquistan para siempre, como los del padre de los dos hijos calaveras de la parábola de Lucas 15. No hace falta saber lenguas para entender eso y gozarlo. Por eso el Espíritu hizo que se entendieran todas aquellas personas en Jerusalén cuando los cobardes discípulos por fin se dejaron guiar no por una idea inmóvil, sino por el Tierno, el del viento que empuja y el fuego que arde.

ambiente

       Liverpool, May 25th, 2015.
Pablo Prieto

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