De esta semana me quedo con algo muy cotidiano y normal en la vida de cualquier persona y familia en cualquier lugar del mundo. Un padre cuidando de sus hij@s pequeñ@s.
Aparte de sus
clases de inglés, la evangelización desde su fe cristiana y una consulta propia
de coaching para crecimiento personal,
su principal tarea es amar a su esposa Kathy y sus tres hij@s, aún chiquit@s.
La mayor tiene quince.
El jueves a
última hora, Gary, el coordinador de la academia, me chateó diciéndome que la
clase del viernes era en casa de William. Así de familiar. Liverpool es una
ciudad de gente muy llana y amigable, por cierto. Allá que me fui, pues, el
viernes por la mañana a una típica casa de las de por acá, casi a las puertas
del estadio del Liverpool FC en Anfield
road. Nada más recibirme en su casa me presentó a sus dos pequeñ@s: un
chavalito de unos 7 u 8 años, muy bien portado, y su pequeña princesita de tres
y medio, que me recordó a mi ahijada Laurita María con su piel chelita, sus
pelitos dorados y sus ojos claros. Rápidamente me di cuenta que estábamos allí
porque él debía cuidar de ellos. Así de natural. Así de lindo. Y dimos nuestras
tres horitas de clase en el hogar de una familia normal y amigable con sus
niños en pijama en el
cuarto de al lado porque ese día no tenían clase en la
escuela. Tan lindo. Tan humano. Tan divino.
Liverpool, May 25th, 2015.
Pablo Prieto
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