Como seglares itinerantes de dedicación plena a la iglesia local, suscitan en las comunidades diferentes servicios, alientan y forman a quienes los ejercen, median en los conflictos, ayudan a solucionar dificultades internas de la comunidad, participan activamente en el trabajo social y en la pastoral de la zona.
El
animador-catequista es hoy un evangelizador de una iglesia local que va siendo comunidad
de comunidades, familia de familias. Con su servicio de consejo y apoyo
contribuye decisivamente a que la comunidad cristiana se consolide. A través de
él, la pequeña comunidad se asoma a la iglesia zonal y universal.
Este
pastor cercano e itinerante, hermano entre los hermanos, que con su fe engendra
fe, necesita un cuidado especial: no sólo una remuneración digna, sino ante
todo atención espiritual y familiar acompañada de una sólida formación
permanente. (de la reflexión de la Jornada de Catequistas de 1982)
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