miércoles, 1 de noviembre de 2017

UN CIELO NUEVO, UNA TIERRA NUEVA

Innumerables los hombres y mujeres que han dado testimonio ante el mundo de perdón, de misericordia, de humildad y compromiso por una tierra más justa, más pacífica, de mayor concordia y comprensión, de superación de todo aquello donde los odios rompen la cordura y sensatez humana.
Ruidera
 Lo han realizado por su amor a Cristo y por su amor a los hombres y mujeres de este mundo. En esta empresa han ofrecido su vida y muchas hasta con su muerte. A algunos se les ha reconocido su santidad y a otros se le ha añadido a la comunión de los santos. Algunos han trabajado tras mesas de oficinas, o subidos a los andamios de una obra, con el casco de obrero de un trabajo, enseñando en aulas o encorvados sobre la tierra esperando sus frutos, entregando su vida a sus familias o exponiendo su vida en lugares adversos, otros entregando su vida a sus hermanos sin importarles naciones, razas, tribus, lenguas o territorios…
Son santos porque ellos vivieron y amaron sin egoísmos, sin rencores, sin odios, sin codicias, renunciaron a un mundo de vida centrada en ellos mismos para des-centrarse en los otros, especialmente en los necesitados, marginados, descartados de este mundo. Escogieron ser mansos más que arrogantes y descarados, vivir con una pobreza interior más que llenarse de soberbia, ser y trabajar por lo justicia, más que esconder su vida en el cinismo y la doblez, ofrecer a Dios la pureza de sus corazones, seguros de que su recompensa está escondida en el reino de Dios.
          Las lecturas de hoy son una invitación a unirnos a esta empresa, a esta mesnada de “locos” por Dios. Verdad es que es empeño y voluntad de Dios salvarnos, pero con actitudes como la de los santos también salvamos a nuestro mundo. Es una invitación a ir más allá de la supervivencia. Cuanto más santos seamos dejaremos un mundo más humano, más hermano, más bello y saludable para futuras generaciones. Estamos invitados a asumir consecuentemente estos principios de ternura, de sensibilidad, de opción por lo bello, por lo saludable y ecológico, por la alegría, por lo bueno.

No me resisto también a creer que  habrá mucha gente que comparta estos sentimientos y que son de otros credos, de otras denominaciones, seguramente ateos que dieron  salida a su opción por el penoso testimonio que dieran del Dios del Amor los que decimos hablar del Dios de Jesucristo. No me resisto a creer que teniendo yo unos sentimientos para que los hombres y mujeres de nuestra historia que han vivido humillados por el hambre y el sufrimiento gocen de una vida feliz no haya un Amor mayor que lo haga realidad en un cielo y tierra nueva.  Creo en lo que nos oferta el Ap y habrá un día en que todos al levantar nuestras cabezas escucharemos «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros” .

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