“La situación del paro juvenil y de tantos que han perdido el trabajo y no logran reinsertarse son realidades a las que no podemos habituarnos, tratándolas como si sólo fueran estadísticas.
Esta es una tentación. La acogida y la lucha contra la
pobreza, en gran parte, pasan por el trabajo. No se ofrece ayuda verdadera a
los pobres sin que puedan encontrar trabajo y dignidad. Este es el apasionante
desafío, como en los años de reconstrucción tras la guerra, que tanta pobreza
había dejado. El reciente ‘Pacto del trabajo’, que ha visto a todas las partes
de la sociedad, y también a la Iglesia, firmar un compromiso común para
ayudarse en la búsqueda de respuestas estables, no limosnas, es un método
importante que espero que dé los frutos esperados”.
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