Era una Dirección General que tenía como media 46,2 años. Todos venidos con un espíritu misionero radiante y que sin duda dejó sentir esta vitalidad en este periodo.
Aquella
Dirección General la componían, Ildefonso Trujillo López, como DG, llegaba de
Zimbabue; Ismael González Fuentes, como Secretario, procedente de Japón; José
Manuel Madruga Salvador como Director del Dpto. de Formación, procedente del
Caribe, José María Rojo, del continente americano con la responsabilidad de la
Información y Animación Misionera y Germán Rodríguez Prada, también de
Zimbabue.
Era
mayo de 1988 y todos habían salido de aquella VI Asamblea. Se les abría una
realidad a la que había que seguir alimentando con el espíritu de la Misión. José
Manuel Madruga, sociólogo por la Universidad Complutense, había vivido 15 años
en la R. Dominicana. La impronta que José Manuel marcó se experimenta en estos
días cuando nos escriben desde aquellas tierras a través de Facebook sobre su
persona y el trabajo que allí realizó.
En
el verano de 1989 nuestra revista ID, entonces dirigida por José María Rojo,
sacó una entrevista que ya desde entonces se vislumbraba la claridad con la que
siempre ha expresado su dedicación a la formación y espiritualidad en el IEME.
Preguntado sobre cuáles eran los objetivos de curso de preparación misionera,
respondía: “El curso de Preparación
misionera está diseñado para cumplir varios objetivos: Por encima de todo, el
IEME es una familia por eso necesitamos conocer a quienes quieren compartir con
nosotros el ideal misionero del clero secular español. De ahí que intentemos un
mutuo conocimiento, una integración afectiva, el discernimiento de la vocación
misionera y la vivencia de una profunda
espiritualidad. Además se pretende el cultivo teórico y práctico de
conocimientos, cualidades y actitudes que se precisan para la actividad
misionera”.
En
estos años se habla de la actividad misionera como paradigma del quehacer de la
Iglesia, pero entonces y hablando del estudio y de las formas de inculturación,
José Manuel comentaba ya en aquellos años “ la
actividad misionera debe ser la niña de
los ojos para la Iglesia, de ahí que haya que cuidar mucho estos pasos
previos al aterrizaje en la misión. A los misioneros nos duele cuando incluso
obispos plantean que para ir a América Latina no hace falta preparación alguna
porque hablamos la misma lengua. No hay nada más engañoso. Quienes nos hemos
hecho curas allá sabemos de muchas dificultades para insertarnos en esas
culturas, a pesar de haber recibido una formación específicamente misionero”.
Pasaron
los años y fue nombrado Director General en mayo de 1993. En esa fecha hablaba
de las prioridades del IEME. José Manuel estaba convencido que para responder a
los nuevos tiempos, a los desafíos de nuestro mundo “tenemos que potenciar nuestra
espiritualidad y nuestra vida fraterna al igual que los mecanismos de
formación permanente…” Y preguntado por la preparación que había de tener
la iglesia de este s.XXI, así expresaba:
” con serenidad, sin dejarse llevar de
falsos milenarismos, con una profunda preocupación por el hombre, sobre todo
por los más pobres, siendo portadora y transmisora de esperanza, con capacidad
para ilusionar a los jóvenes, sencilla y profética, abierta y misionera” .
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