martes, 10 de octubre de 2017

JOSÉ MANUEL MADRUGA: ESPIRITUALIDAD Y FORMACIÓN

Era una Dirección General que tenía como media 46,2 años. Todos venidos con un espíritu misionero radiante y que sin duda dejó sentir esta vitalidad en este periodo.

 
Aquella Dirección General la componían, Ildefonso Trujillo López, como DG, llegaba de Zimbabue; Ismael González Fuentes, como Secretario, procedente de Japón; José Manuel Madruga Salvador como Director del Dpto. de Formación, procedente del Caribe, José María Rojo, del continente americano con la responsabilidad de la Información y Animación Misionera y Germán Rodríguez Prada, también de Zimbabue. 

Era mayo de 1988 y todos habían salido de aquella VI Asamblea. Se les abría una realidad a la que había que seguir alimentando con el espíritu de la Misión. José Manuel Madruga, sociólogo por la Universidad Complutense, había vivido 15 años en la R. Dominicana. La impronta que José Manuel marcó se experimenta en estos días cuando nos escriben desde aquellas tierras a través de Facebook sobre su persona y el trabajo que allí realizó.







En el verano de 1989 nuestra revista ID, entonces dirigida por José María Rojo, sacó una entrevista que ya desde entonces se vislumbraba la claridad con la que siempre ha expresado su dedicación a la formación y espiritualidad en el IEME. Preguntado sobre cuáles eran los objetivos de curso de preparación misionera, respondía: “El curso de Preparación misionera está diseñado para cumplir varios objetivos: Por encima de todo, el IEME es una familia por eso necesitamos conocer a quienes quieren compartir con nosotros el ideal misionero del clero secular español. De ahí que intentemos un mutuo conocimiento, una integración afectiva, el discernimiento de la vocación misionera y la vivencia de una profunda espiritualidad. Además se pretende el cultivo teórico y práctico de conocimientos, cualidades y actitudes que se precisan para la actividad misionera”.


En estos años se habla de la actividad misionera como paradigma del quehacer de la Iglesia, pero entonces y hablando del estudio y de las formas de inculturación, José Manuel comentaba ya en aquellos años “ la actividad misionera debe ser la niña de los ojos para la Iglesia, de ahí que haya que cuidar mucho estos pasos previos al aterrizaje en la misión. A los misioneros nos duele cuando incluso obispos plantean que para ir a América Latina no hace falta preparación alguna porque hablamos la misma lengua. No hay nada más engañoso. Quienes nos hemos hecho curas allá sabemos de muchas dificultades para insertarnos en esas culturas, a pesar de haber recibido una formación específicamente misionero”.






Pasaron los años y fue nombrado Director General en mayo de 1993. En esa fecha hablaba de las prioridades del IEME. José Manuel estaba convencido que para responder a los nuevos tiempos, a los desafíos de nuestro mundo “tenemos que potenciar nuestra espiritualidad y nuestra vida fraterna al igual que los mecanismos de formación permanente…” Y preguntado por la preparación que había de tener la  iglesia de este s.XXI, así expresaba: ” con serenidad, sin dejarse llevar de falsos milenarismos, con una profunda preocupación por el hombre, sobre todo por los más pobres, siendo portadora y transmisora de esperanza, con capacidad para ilusionar a los jóvenes, sencilla y profética, abierta y misionera” .



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