"Todavía sigue habiendo casi 800 millones de personas que no pueden comer, a las que se niega el derecho fundamental a alimentarse. Así lo denuncia la FAO, a pesar de que se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual".
De esta manera tan rotunda se presentaba ayer la Campaña de Manos Unidas a la que asistíamos para documentarnos y poder participar en ella con mayor hondura y criterio. Es ya la LVIII edición. La Campaña de este año se inserta dentro de la Campaña trienal 2016-2018 que tiene como objetivo trabajar sobre el hambre y la paradoja de la abundancia. Pero dejemos que sea el informe presentado el que reflexione en este artículo.
Según el Informe del Programa Mundial de Alimentos
(2015), el hambre representa el mayor riesgo para la salud en el mundo, porque
mata a más personas cada año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntos.
Supone el mayor atentado contra la dignidad de las personas. El fundamento de
la lucha contra el hambre, que Manos Unidas comparte también con otros actores
de la sociedad civil, radica en la defensa efectiva del derecho a la
alimentación para todas las personas. En este sentido, nuestra Organización trabaja:
s Acompañando procesos de gobernabilidad democrática para exigir políticas
favorables a una alimentación adecuada. Apoyando proyectos de seguridad y soberanía
alimentaria, compatibles con la sostenibilidad medioambiental. s Participando
en la denuncia de mecanismos que provocan o mantienen el hambre en el mundo. El
hambre es un problema social con implicaciones éticas que exigen una respuesta
decidida, tanto a nivel de Estados como a nivel internacional; respuesta que
desde Manos Unidas se articula adecuadamente en torno a principios como la
solidaridad, la defensa del bien común, la opción por los pobres y el
reconocimiento del destino universal de los bienes.
Esta
Campaña de Manos Unidas, fundamentada en la dignidad de las personas y su
derecho a la alimentación, se concreta en tres compromisos:
COMPROMISO
CON UNA COSECHA DE ALIMENTOS PARA EL CONSUMO HUMANO, NO PARA LA ESPECULACIÓN.
Nuestro
propósito es hacer ver que los alimentos han dejado de ser comida para saciar
el hambre de las personas, para convertirse en un activo financiero más con el
que muchos inversionistas pueden especular para ganar dinero. Queremos
denunciar la especulación con el precio de los alimentos; sensibilizar y
capacitar sobre la producción diversificada; crear sistemas de almacenamiento y
conservación de alimentos y gestionar los excedentes a nivel local.
Queremos
promover un consumo y producción sostenibles en torno a la agricultura
familiar. Pretendemos sensibilizar a la población sobre nuestro alto nivel de
consumo que refuerza modelos agroindustriales con consecuencias
medioambientales; y capacitar a las comunidades sobre técnicas de mejora de la
productividad agrícola compatible con la sostenibilidad medioambiental y de
conservación de las cosechas.
COMPROMISO
CON UN APROVECHAMIENTO RIGUROSO DE LOS ALIMENTOS QUE EVITE LA PÉRDIDA Y
DESPERDICIO DE ALIMENTOS.
Promovemos
un sistema alimentario que permita un aprovechamiento integral de la
producción, evitando la pérdida y desperdicio de alimentos. Para ello apoyamos
prácticas agrícolas adecuadas de cosecha, de transformación, de transporte y
conservación; denunciamos la realidad de la pérdida y desperdicio de alimentos
y sus consecuencias éticas, económicas y de contaminación; fomentamos un
consumo responsable y una vida más solidaria y sostenible mediante un cambio de
hábitos de compra y consumo.
En
2017 plantamos cara al hambre con nuestro compromiso: compromiso con una
concepción de los alimentos como comida para seres humanos y no como negocio;
compromiso con una agricultura sostenible y compromiso con un aprovechamiento
integral de la producción que evite la pérdida y desperdicio de alimentos.
Porque, como dice el lema de nuestra Campaña de este año: EL MUNDO NO NECESITA
MÁS COMIDA, NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA
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