El marco era de lo más apropiado: viernes, 9 de diciembre en la noche, una pequeña capilla a rebosar de gentes venidas de distintos lugares, preside el obispo de la diócesis con una docena de sacerdotes y, detrás de la reja, una comunidad de carmelitas contemplativas cantando…
Pudiéramos decir que “la Iglesia de Albacete”, de esta manera tan sencilla, sin ruido, sin alharacas, estaba enviando a la misión al sacerdote JAVIER PLA…., quien próximamente estará aterrizando en Honduras, decidido a iniciar su segunda etapa misionera en la Mosquitia centroamericana (la primera fue de casi 10 años en El Petén, Guatemala).
Feligreses de varias de las parroquias que Javier había atendido los últimos años se hicieron presentes para dar ese empujón final a quien les representaría en la misión universal y el señor obispo, D. Ciriaco, nos dijo que, aunque siempre es difícil para un pastor desprenderse de un sacerdote, lo hacía con alegría sabiendo que la diócesis de Albacete se iba a enriquecer con la ida de Javier a la misión.
¿Y por qué en un convento de clausura? El protagonista nos lo explicó diciendo que la relación con ese convento venía de familia, desde tiempos de su abuela; más aún, señaló hacia un rincón donde en un confesonario –por primera vez- él había confesado, a quien sería luego monseñor Larrauri, que quería ser sacerdote…
Entre bromas el director general del IEME, también presente, dijo que Javier lo que buscaba era asegurarse un buen paquete de oraciones que, seguro, le harían falta en la misión. Y es que Javier ha decidido llevar a cabo esta segunda etapa unido a los misioneros del IEME, cauce para sacerdotes diocesanos que desean ir a la misión. Irá así unido a nosotros, a través del IEME –una semana antes había hecho su compromiso misionero en la fiesta de S. Francisco Javier- pero enviado y respaldado por su iglesia de Albacete.
Suerte, Javier y a parlotear el misquito cuanto antes!
José Mª Rojo
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