Desde el día 3 de diciembre hemos estado viviendo en esta casa una explosión de vida. Primero por la fiesta de San Francisco Javier que llenó la saca de compañeros y amigos venidos de todas las regiones y especialmente de Madrid.
Ya desde el día 2 comenzaron a llegar los compañeros. Rezamos en la tarde las Vísperas solemnes y tras la cena como siempre se animaron a dominó y mus. La mañana del mismo día tres se fue llenando de compañeros y se pudieron tener la reuniones acostumbradas de Jubilados por un lado y Residentes en España por otro.
La presencia del arzobispo Carlos Osoro, para la celebración de la Eucaristía y la comida, aunque se hizo de esperar un poco, ayudó a hacer de esta pequeña comunidad del IEME un espacio eclesial dentro de la vida diocesana de Madrid. El arzobispo fue cercano a todos los sacerdotes que se encontraban y a todas las personas que se congregaban.
En la celebración, alentó los
trabajos para la Misión. “lo que vale es hacer el gusto del Señor y este es
encontrarse con el ser humano”, por tanto la salida para este encuentro es
fundamental en la Iglesia. Anunciar el Evangelio es la gran tarea, aún
pendiente de la Iglesia. “El Señor-nos decía D. Carlos- nos invita a ir al
mundo entero” ”Quiere que salgamos, a un mundo no hecho de descartes, sino
inclusivo” “urge el salir” “porque hay que
devolver el cuadro que Dios al comienzo de la creación quiso poner”. “Hay que
hablar lenguajes nuevos, la lengua de la entrega, del servicio, es el lenguaje
de Dios, hay que hablar la lengua nueva”.
El arzobispo bendijo al IEME y
toda su tarea, porque le recuerda a la Iglesia que lo nuestro es salir, porque en la Iglesia
hay una gran tentación de atrincherarse y olvidarse de la Misión.
Dentro del marco de la
celebración tuvo lugar el juramento de Javier Trejo que tuvo como testigo especial
al propio D. Carlos Osoro. Javier Trejo , sacerdote de la archidiócesis de
Valencia está destinado al grupo de Cuba. En breve saldrá para este país caribeño.
La comida ayuda a redimir el
cuerpo, pero también el corazón porque es momento no sólo de comer sino de
encontrarse y aliviar la ausencia amigable. Y así se vivió por todos que
buscaron el lugar de la amistad y del recuerdo.
El día 5 tuvimos la fiesta de los
cariñósamente llamados “EX”, pero quizás muchos más entrañados en el IEME que
los propios. Estuvieron con sus parejas. Maravillosas todas. Hubo ausencias por los motivos que nos presiona la vida. Los convocados se reunieron contándose vida y obras. Después tuvimos la celebración de la Eucaristía presidida por José María Rojo y concelebrada
por Luis M. Avilés. Una celebración que rescataba canciones pasadas y vida
misionera. Se vivía la COMUNIÓN.
Tras la celebración la comida,
sencilla, pero sabrosa, tortillas, empanadas, salchichas, patatillas,
pimientos, ensalada con salsa rosa,
vino, cerveza….etc y tras la comida una velada llena de humor, canciones,
actuaciones, chistes, poesías, realmente sabrosa, mantenida y amenizada por
Miguel López del Bosque.
Tras marcharse todo el mundo
quedó el silencio y el deseo de encontrarnos un año más, si los cuerpos y las
fuerzas continúan.
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