Juan
José Alarcia, natural de Villasur de Herreros y misionero del IEME (Instituto
Español de Misiones Extranjeras) en Zimbabue, marchó a la casa del Padre el 2
de Noviembre de 2016. Me uno a todos los que han escrito estos días versos de
agradecimiento y alabanza a quien se ha marchado sin hacer ruido cuando a sus
73 años estaba aún en plenitud de facultades en su trabajo al servicio al Evangelio.
Nace
en 1943 en Villasur de Herreros (Burgos). En 1954 entra en el Seminario Menor y
en 1960 pasa al Seminario Nacional de Misiones de Burgos. Ordenado sacerdote en
1967 es enviado en 1970 como misionero a Zimbabue, Rodesia del Sur por aquél
tiempo. Aprende Inglés en Mazowe (Harare). En 1971 aún en el aprendizaje del
Shona es destinado a la Misión de Chireya donde una de sus tareas fue reparar y
construir puentes para hacer más fácil el acceso. De 1975 a 1986 trabaja en la
Misión de Dete. De aquí a la Misión del Sagrado Corazón (Jambezi) hasta 1995, año
que regresa a España para hacer labores de animación misionera entre sacerdotes
y seminaristas. En 1998 es elegido secretario general del IEME en Madrid.
Reelegido en 2003 y en 2008 vuelve a Zimbabue como encargado de la parroquia de
San Gorge en Hwange y Administrador Diocesano de la Diócesis así como
consiliario diocesano de Cáritas. Desde 2015 atiende en Victoria Falls las
parroquias de Nuestra Señora de la Paz y San Kizito.
No
es mi objetivo hacer una biografía de este burgalés sino sumarme a esta oleada
de agradecimientos que cantan no las cualidades de un gran hombre sino las
maravillas que Dios ha hecho a través de él como misionero. Tuve la suerte de
conocerlo en esa etapa final de su vida, desde finales de los 90 en las
convivencias misioneras a las que yo acudía desde 1989, y de manera más intensa
en los últimos 9 años que llevo como misionero en Zimbabue. Juanjo ha sido para
todos los misioneros que trabajamos aquí y también para los sacerdotes locales
un modelo en casi todas las áreas, un ejemplo que no será fácil olvidar. Cuando
preparaba la homilía de la fiesta de Todos los Santos, que aquí en Zimbabue
hemos celebrado el 6 de Noviembre, me daba cuenta de que Juanjo encajaba en casi
todas las bienaventuranzas que propone el Evangelio. Ello significa que se tomó
muy en serio el seguimiento de Jesús en su esencia. Sin pretenderlo y quizá sin
que fuera muy consciente de ello, Juanjo refleja un retrato con retazos de cada
una de ellas: sencillo, comedido, austero, sufrido, amigo, honesto, bondadoso,
enamorado de la verdad y la justicia, luchador infatigable, constructor de
puentes, servidor del Reino…
Ha
sido ante todo un misionero enamorado de su trabajo al servicio del Evangelio. Allí
donde se le pedía estar, allá que iba y podías estar seguro de que iba a
desarrollar su trabajo con un gran sentido de la responsabilidad y la mayor
entrega posible: Misiones de Chireya, Dete, Kamativi, Kariangwe, Sagrado
Corazón, animación misionera, servicio de secretario general en Madrid
alternando con su trabajo pastoral en la parroquia de Ntra. Sra. del Henar de
Madrid, Administrador Diocesano, Director de Cáritas, parroquias de Victoria
Falls… Esta variedad de trabajos indica su valía y su capacidad de adaptación a
cualquier ambiente y situación. Juanjo ha sido un misionero muy trabajador y
entregado a las tareas del Evangelio, de esos que no les importa que se dé
altavoz a lo que hacen. “De casta le viene al galgo… ”
Por
otra parte, fue un hombre que cultivó hobbies y cualidades. Uno de ellos era el
pasar las vacaciones descansando en su pueblo de Villasur de Herreros, en
convivencia con su familia y muy interesado en la vida social de sus vecinos. Amante
de su computadora, magnífica herramienta de trabajo que dominaba desde las
tripas al corazón y que le ofrecía tantas ventajas. Asimismo un “apañao” para
todo, un “manitas” con su caja de herramientas de todo tipo; no se le resistía
cachivache que no hiciera funcionar de nuevo. Aquí en África es fácil
desconectar del exterior pero él estaba al día de lo que pasaba en el mundo, de
los problemas de la gente, tanto de los de lejos como de los de cerca.
Enamorado de los niños, como no podía ser de otro modo aquí en el continente
africano donde no se encuentra misionero feliz que no ame a los niños y por
quienes él sentía particular cariño y admiración, especialmente hacia el Movimiento
de la Infancia Misionera. Otro de sus hobbies fueron las lenguas, además del
Inglés aprendió muy bien las dos principales del país: el shona y el ndebele.
Servicial y siempre disponible para sus compañeros y para las religiosas Hijas
del Calvario a las que estimaba y dedicaba muchas veces parte de su tiempo
libre para hacer algún pequeño “outing” tanto
en Zimbabue como en España.
Hemos sentido mucho su marcha y nos ha dejado una gran pena en el corazón, pero al mismo tiempo damos gracias al Señor por su ejemplo, dedicación y contribución a la vida misionera y al anuncio del Evangelio. Intentaremos desde nuestras limitaciones continuar la tarea encomendada con la misma ilusión, entrega y alegría que caracteriza a todo buen misionero. A él pueden aplicarse, como a tantos otros por qué no, aquellas palabras de Jesús: “¡Muy bien! Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu Señor”. Sí, hermano Juanjo , “muy bien” y muchas gracias.
Luis Carlos Rilova Hurtado, burgalés y
misionero del IEME en Zimbabwe.
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