Solo faltan 6 años para que el Perú celebre el Bicentenario de su independencia. Cada año la euforia desborda a las personas y se refleja por todos lados. Imposible no celebrar, aunque, es obvio, uno es crítico y siempre se hace algunas preguntas:
¿De verdad somos libres, como se canta en
el himno? ¿lo son todos por igual? ¿Independientes o seguimos dependientes? ¿Qué es el Perú: una bandera, un escudo,
unos hitos de frontera,… ó 31 millones de peruanos? ¿Basta con hacer fiesta para celebrar la
independencia o “hay que rajarse” por el Perú? Nunca dejo de hacerme esas y otras
preguntas y nunca dejo de hacerlas a mis “paisanos” (no por gusto he vivido más
de la mitad de mi vida en Perú).
Ello, por supuesto no me impide sumarme a
la celebración en sus múltiples formas. Una de ellas, la comida. Creo que hoy
ya no es un secreto que la cocina peruana, humildemente, es una de las mejores
del mundo. La variedad y la sazón de su gastronomía son increíbles. Hoy tuve la
suerte de compartir con una familia amiga uno de los platos más típicos
andinos: la pachamanca (pacha=tierra, manka=olla; olla de tierra).
Al final todo ha de quedar
herméticamente tapado con hierba, sacos… y cubierto finalmente con tierra para que
conserve el calor de las piedras y permita cocinarse todo, en torno a una hora
como mínimo (dependiendo de las cantidades). Es todo un ritual tanto la
preparación como la colocación, el desentierre y la comida compartida…El sabor es muy especial y una comida
de lo más sano, al no echarse ningún tipo de grasa ni aceites… Y, por supuesto,
¡los cuchillos y tenedores sobran, pues los dedos están para usarse y chuparse!
Ni que decir tiene que hoy, previamente,
brindamos por Fiestas Patrias con un pisco sour (luego vendría la chicha
morada, bebida elaborada con maíz morado simplemente hervido).
Ingrediente que no puede faltar,
cariño, mucho cariño.
José
M. Rojo G.
0 comentarios:
Publicar un comentario