Celebramos hoy la Solemnidad de la Epifanía del Señor. Epifanía es una una fiesta MISIONERA por naturaleza. No es el DOMUND que acontece en el tercer domingo de octubre, no. Hoy celebramos que Dios se manifiesta, se ofrece, se reparte como lo hace la luz y la alegría, como regalo a todos los pueblos y naciones, en todas las lenguas y culturas.
Es un Dios en
salida para que le conozcan, para que le amen toda la humanidad. Celebramos a
un Dios que sale al encuentro y llama a toda la humanidad a participar de esta experiencia maravillosa
de su Luz y de su Amor, de su Salvación. En el niño, Dios regala al hombre su futuro, Y esto nos
produce una inmensa alegría y esperanza.
Es una fiesta que nos produce un inmenso deshago al ver
tanta tiniebla que nos cerca, tanto poder de las tinieblas que parecen consumir
el regalo de la LUZ y la ALEGRÍA. El profeta Isaías anunciaba ya esta luz a
Jerusalén y Pablo se dejó iluminar y se hizo testigo de la luz y los Magos
fueron capaces de divisar los signos que aportaba la luz lejana de una estrella,
y a tantos otros como Simeón, les
sugería que ya no necesitaban ver más, pues comentaba, “ya puedes dejar a tu
siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu salvador, luz para alumbrar a
las naciones y gloria de tu pueblo Israel” .
Epifanía es una fiesta misionera y por eso es necesario
ir extendiendo esta Luz, encendiendo pequeñas luces de vida, de sueños, de
esperanzas, prendiendo una luz total que es el Evangelio. No salir a llevar
esta luz es dejar que las tinieblas y oscuridad nos cerquen y consuman. Una
oscuridad y una ceguera que también es contagiosa y que está causada por el
modelo de civilización que vamos montando y que va excluyendo a personas.
Nuevos Herodes que lo requieren todo para sí, que agreden y cercenan todo proyecto de Dios, esperanza de los
pobres. Dios “nos llama constantemente de
las tinieblas a su luz admirable”, por eso los Magos han de volver por
otro camino, para no verse engullidos en la tiniebla y nosotros, cristianos de
este siglo XXI habremos de actuar de igual manera y como nuevos sanfranciscos
donde haya oscuridad poner luz, donde haya tiniebla, claridad, o como canta la
canción de Alma misionera:
- Llévame donde los hombres, necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría,simplemente por no saber de ti.
La
celebración de Epifanía nos concreta también otra historia de luz y alegría.
Otra historia de Magos que ofrecen a Jesús niño, dones tan importantes y
vitales de sus culturas, sus lenguas, las realidades en que viven para que
crezca una fe y una Iglesia viva. Nos invita a pensar en los misioneros del
IEME y en los catequistas nativos. Los catequistas nativos o también llamados
delegados de la palabra, responsables de comunidades que son de vital
importancia para las iglesias jóvenes en misión. La Iglesia les debe mucho y
sin ellos no tendría ni el vigor, ni la alegría, ni el dinamismo con que
aparece en tantos lugares. Nosotros tenemos la obligación de apoyarlos. Y hoy los recordamos.
0 comentarios:
Publicar un comentario