jueves, 27 de noviembre de 2014

Cristianos y musulmanes colaboran en la vida diaria.

Los medios informativos nos están sorprendiendo casi todos los días: entre otras cosas nos recuerdan el avance del Estado Islámico y las acciones terroristas de otros grupos musulmanes. Yo quiero dejar constancia que pese a las dificultades, hay lugares donde continúa siendo posible vivir y colaborar, incluso comprometerse en la vida y en el diálogo intereligioso. Nuestro interés es que estos lugares se mantengan e incluso que estas actitudes se extiendan.

Mujeres bebiendo chapalóGbatanaag es una de las trece comunidades cristianas que forman la parroquia de San Juan Bautista de Lotogou, diócesis de Dapaong, al norte de Togo. Cuando llegué a esta comunidad desde la parroquia, tuve que atravesar en moto un río que, a veces, impide la comunicación si las lluvias son frecuentes. El camino no es bueno y no se puede acceder en coche si no se da una gran vuelta que hace perder mucho tiempo. Muy cerca del la iglesia hay una escuela, con solo dos clases edificadas "en orden", dos apatanes en paja y un antiguo almacén sin ventanas (ni luz ni ventilación) reconducido en "clase provisional" ya en su cuarto año de provisionalidad.

La capilla, situada en el entorno de un antiguo centro diocesano, era la más pequeña y antigua de todas las de la parroquia, mientras que la comunidad había crecido mucho en número de bautizados y estaba creciendo en el de catecúmenos. Casi desde el principio vi que era necesario el plantearse hacer una nueva iglesia. Esperé, no obstante, para ver cómo evolucionaba la situación. Todos los días y para todas las celebraciones el espacio era limitado y era necesario que la gente se quedara en la calle para seguir la celebración. Poco a poco, con el trato en las reuniones, la idea que iba surgiendo tímidamente, se perfilaba hacia la "necesidad de construir una nueva iglesia". Mi inquietud era que el lugar donde estaba construida la antigua iglesia no era posesión "nuestra", sino de los antiguos propietarios del terreno, que afirmaban no querer problemas con el terreno y que podíamos construir la nueva sin problemas. Pero ellos no nos daban el terreno. No firmarían los papeles. Con estos presupuestos yo me pronuncio en decir que hay que buscar un nuevo terreno que sea nuestro, con papeles oficiales para poder comenzar las gestiones de la construcción de una iglesia.

Mujeres cargando arena
Con esta información, las lluvias cesan. Me hago más frecuente en la comunidad, pues el camino lo permite ahora sin problemas. Un día me dicen que ya han encontrado el terreno. Yo no parece que estoy muy animado a buscar dinero para hacer una iglesia, pues no se tan siquiera ni por dónde voy a comenzar. Doy largas. Otro día me dicen que hay que ir a ver el terreno. Yo acepto por no desanimarles. Me conducen a un descampado y comienzan a mostrarme las referencias visuales de "aquél árbol", "aquella mata", "la piedra" y "el sendero donde estamos nosotros". Veo que es grande y pregunto por la superficie. Alguien me contesta: -"pasa de las tres hectáreas". Mi curiosidad me empuja más allá y pregunto quién es el donante -"el jefe, que es musulmán", me responden. Mi reacción inmediata fue la de guardar silencio. Pensé para mí que no habrían informado bien al propietario sobre lo que pretendíamos con el terreno y dije que "íbamos a reflexionar", frase con la que concluyen gran parte de las conversaciones en Togo.

Estructura de la iglesia
Durante un tiempo no volví a hablar del terreno en cuestión. A la cuestión de buscar dinero para construir se me había añadido lo del origen incierto de la propiedad del terreno. Yo tenía miedo a un conflicto con los musulmanes. Pero una vez más el responsable cristiano me aborda para preguntarme por la evolución de la situación. El propietario le ha preguntado que cuándo vamos a firmar los papeles. Mi corazón "sursaute" ante esta posibilidad y reúno a los responsables y al catequista para hablar seriamente de esta cuestión. Ellos me aseguran que no hay ningún problema y que el propietario está bien informado y sabe que es para construir una iglesia. Yo les doy cita para diez días después. Ellos harán de emisarios para ir hasta donde se encuentra él y comunicárselo.

Cristianos y musulmanes en común
La fecha llega, Yo, acompañado de mi coadjutor, sacerdote nativo, voy a la comunidad y junto con los responsables y el catequista nos dirigimos a la casa de Yendupaag (así lo vamos a llamar aquí). Cuando llegamos descubrimos a su puerta un gran número de personas, de varios grupos diferentes. Pienso que es por ser jefe del pueblo y que son diferentes gestiones que deben hacer. No en vano es una autoridad civil local bien reconocida. Durante nuestra espera nos han alojado en lo más confortable que hay para sentarse, no sin antes desalojar a otros. En esta espera me entero que es curandero y que conoce mucho sobre plantas medicinales y tratamientos tradicionales. La población lo sabe y viene a hacerse tratar. Yo voy más lejos en mis cuestiones y me entero que no hace sacrificios ni nada ligado con el orden sobrenatural, sino que se limita a sus conocimientos naturales. Observo acianos aquejados de diversas dolencias, personas con dificultades para desplazarse, portadores de heridas de origen incierto cubiertas con paños o gasas, gentes de todas las edades y diferentes dolencias...

Imán de la mezquitaTras esperar un tiempo -en África no se dice cuánto y tampoco si ha sido largo o corto-, informado de nuestra presencia, detiene su consulta y hace instalar unas sillas de plástico, como las de las terrazas de los bares para los principales de mi expedición. Los otros se sentarán en un banco, o en el suelo los más jóvenes. El se coloca en el puesto principal y me pide colocarme a su lado. Cuando comienza a hablar no me mira a la cara, mira de frente. Comienza con toda una serie de saludos rituales y bienvenidas que hacen que yo me sienta realmente a gusto. El conoce el francés, pero se dirige a mí en "moba" su lengua local, haciendo que otro sirva de traductor. No puedo exponer todo el discurso, pero sí el contenido: " Dios nos ha reunido hoy. El también es el imán de su mezquita. Los dos somos líderes religiosos y nos preocupamos por la fe del pueblo. El ha oído que los cristianos buscamos un lugar para construir nuestra iglesia, él lo tiene. Ha recibido muchas bendiciones de Dios en tierras y bienes. No puede cultivarlo todo, ha hablado con sus hijos y han decidido que pueden darnos una parte para que también nosotros podamos adorar a nuestro Dios. Dios es el mismo para todos, aunque lo comprendamos de maneras diferentes". Para que veamos que sus hijos están informados y de acuerdo les ha hecho llamar pues viven en la ciudad, y les da la palabra. Cuando ellos hablan, la delicadeza espiritual y el acuerdo con el padre es manifiesto. En su intervención, todo es gracias a Dios por todas las bendiciones que les ha dado y pedir que la paz continúe para la buena colaboración. Una cosa que añaden y que admito que me emocionó fue cuando dijeron que ellos buscan el bien de su pueblo y que han visto que donde llega la iglesia ha llegado la escuela, el centro de salud, el desarrollo del mundo rural... que ellos reconocen trabajo de los cristianos.

Inauguraciónde la iglesia
Aquí se nos paró el reloj a todos. Me daban ganas de "hacer tres chozas", que este momento no acabara, pero el momento llegó y nos despedimos hasta una próxima vez. En el camino de vuelta mi interés acerca de su persona se había acentuado y no paré de hacer preguntas. Aprendí que muchas veces no cobra por las consultas a los que no pueden pagar, que ha ayudado a muchas personas aun sin ser musulmanas, que cuando hay juicios escucha a todos y no se deja sobornar... ¡Y eso un musulmán! les dije yo a mis responsables de comunidad.

Pasaron algunos días y nos dimos cita para firmar los papeles con el geómetra y el notario, los testigos... Quedamos con la comunidad para comenzar a cotizar, transportar la arena y la grava, fabricar los bloques... Y en esas estábamos cuando se presentó la ocasión de que nos pagaban una gran parte de la iglesia. El resto entre cotizaciones de la comunidad y aportaciones lo conseguimos pero muy justo. Aunque la contrata se da a una empresa, hay muchas cosas que hay que hacer: relleno del suelo, transporte de arena y grava, agua, dar de comer a los obreros, ayudar en mano de obra, ya que todo se hace en obra. Este buen hombre viene casi todos los días desde su casa, a dos kilómetros, y anima y da algo de dinero a los obreros para que compren bebida. Hubo que rellenar el suelo, unos 80 m3 de tierra. Fue una proeza, porque se hizo en un solo día con el solo medio mecánico de un dumper al que hubo que cargar 75 veces. Yo me pregunté de dónde salía tanta gente, pues en todo el día había siempre un gran grupo, con muchas mujeres que no se paró. Comimos a las seis de la tarde, después de acabar. Cuando me respondieron de dónde había salido tanta gente me dijeron que el imán había enviado a su gente para ayudarnos, que también los musulmanes habían trabajado. Yo inundado de nuevo por mis temores les pregunto si han dicho a los musulmanes que va a ser una iglesia católica. Ellos ríen y dicen que sí, que "también cuando ellos construyeron la mezquita, nosotros fuimos a ayudarles".

El obispo en la inauguración de la iglesia
Días más tarde, cuando los muros comenzaron por subir y había que hacer el encofrado para las ventanas, Yendupaag nos observó y muy discretamente, como hace todo se acerca a mí y me pregunta si tenemos puntales. Yo dije que no, pero que ya íbamos a buscar. El nos indicó una plantación de eucaliptus (3.000) y nos autorizó a cortar los que necesitáramos. Así lo hicimos. Al final de la obra llevamos la leña para su cocina. El se la dio a una viuda anciana "para calentar el agua"- dijo.

Hubo sucesivas anécdotas de este talante, forjando nuestra amistad y colaboración. Cuando la iglesia estuvo acabada invité al obispo para verla e ir a saludar a este hombre generoso. Lo hicimos y le invitamos a la inauguración con toda la comunidad musulmana. La fiesta es fiesta y ahí todo marchó bien: celebración, fiesta, comida, agradecimientos... La presencia de musulmanes fue multitudinaria.

Meses después, en la nueva iglesia, celebrábamos la boda de una muchacha cristiana con un joven musulmán.
Ramón Delgado

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