“Queridos hermanos y hermanas; con este breve
mensaje quiero presentaros una realidad importante para la misión de la
Iglesia, pero poco conocida: las Obras Misionales Pontificias.
Desde los primeros tiempos, el
sostenimiento mutuo entre las Iglesias locales, comprometidas en anunciar y
testimoniar el Evangelio, ha sido un signo de la Iglesia universal. De hecho,
la misión, animada por el Espíritu del Señor Resucitado, amplía los espacios de
la fe y de la caridad hasta los extremos confines de la tierra.
En el siglo XIX, el anuncio de
Cristo recibió un nuevo impulso con la fundación de las Obras Misionales, con
el propósito específico de orar y actuar de modo concreto para sostener la
evangelización en los nuevos territorios. Estas Obras fueron reconocidas como
Pontificias por el Papa Pío XI, quien, de esta forma, quería subrayar cómo la
misión de la Iglesia hacia todos los pueblos está muy en el corazón del Sucesor
de Pedro. ¡Y así sigue siendo! Las Obras Misionales Pontificias continúan hoy
en día este importante servicio que comenzó hace casi 200 años. Están presentes
en 120 países con directores nacionales, coordinados por secretarías
internacionales de la Santa Sede.
¿Por qué son importantes las
Obras Misionales Pontificias? Son importantes, sobre todo, porque debemos orar
por los misioneros y las misioneras, por la acción evangelizadora de la
Iglesia. La oración es la primera ‘obra misional’ – ¡la primera! – que todo
cristiano puede y debe hacer, y es también la más eficaz, aunque esto no se
pueda medir. De hecho, el principal agente de la evangelización es el Espíritu
Santo, y nosotros estamos llamados a colaborar con Él. Además, estas Obras
garantizan, en nombre del Papa, una distribución equitativa de las ayudas, de
manera que todas las iglesias del mundo tengan un mínimo de asistencia para la
evangelización, para los sacramentos, para los propios sacerdotes, los
seminarios, para el trabajo pastoral, para los catequistas. Sostenimiento a los
misioneros que evangelizan, y sostenimiento, sobre todo, con la oración, para
que el Espíritu Santo esté presente. Es Él quien lleva adelante la
evangelización.
Por eso, animo a todos a
colaborar en nuestra común tarea de anunciar el Evangelio y sostener a las
jóvenes Iglesias gracias a la labor de estas Obras Misionales. Haciendo así, en
todos los pueblos, la Iglesia sigue abriéndose a todos y proclamando con
alegría la Buena Noticia de Jesucristo, Salvador del mundo.
¡Gracias a todos de corazón!”.
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