“Dios le pide a Abraham que ‘salga de…’… ‘y Abraham partió’. Considero que la Biblia - esa gran Historia de amor entre Dios y su Pueblo- es una historia de vocaciones, de llamados, de comprometidos… la manía de Dios de incomodar para un servicio… y que la Iglesia es también es una historia de constantes llamados a ‘salir y ponerse en partida’.
Es una experiencia única, bella,
desinstaladora, arriesgada, desafiante… Dios no llama a salir para hacer
‘turismo’ - aunque sea muy interesante y necesario – llama porque hay MUCHAS
NECESIDADES QUE ATENDER y a todos los niveles. Por eso se ha convertido en el
mayor incómodo para el cristiano y la gente de fe: ¡nos quiere en salida!
Personalmente, desde que a los doce años dejé
mi casa, familia, hábitos, amigos… y entré en el Seminario, no he dejado de
salir y partir: Valladolid, Madrid, Kenia, Málaga, Brasil – San Paolo y Río de
Janeiro- Roma, Ciudad Real, Valenzuela de Calatrava, Mozambique – Massinga-
Puertollano, Argamasilla de Calatrava y ahora en Nicaragua, en Kukra Hill.
Salir, supone dejar cosas, casas, personas,
costumbres, idioma, amigos, hábitos… y llegar a otro lugar supone novedad,
comenzar con nuevas cosas, casas, personas, costumbres, idiomas, amigos,
hábitos… supone desconcierto y desinstalación, supone enfrentar nuevos
desafíos, abrir los ojos, el corazón, los oídos… porque estás en una tierra
desconocida, con gente desconocida, con lengua desconocida, con clima
desconocido, con una Iglesia desconocida, no en su fondo y sí en sus formas.
Como digo, una experiencia única, dolorosa,
humillante, pero muy rica a todos los niveles. Es una experiencia de
transformación, inculturación, adaptación, nacer casi de nuevo, y os confieso
que lo más duro y complicado es entrar en el corazón de la cultura y la gente,
aun sabiendo que somos de fuera, que no somos de allí. Nos delata el acento,
las formas, la cara, la piel… ‘ni modo’: ¡somos extranjeros! Y siempre lo
seremos, pero el bajar hasta las profundidades de la nueva tierra supone
renacer, relativizar las formas, ahondar en los fondos, ir con tiento, evitar
imponer, implantar, hablar demasiado de ‘en mi tierra se hace así’. Es una
verdadera batalla.
Pero, saben, encontrarse con el ser humano en
otras latitudes, compartir, comunicarse, formar parte de su historia, hacer
camino con ellos a su nivel… es un milagro de fe, de vida compartida y
ofrecida… y es que uno se encuentra siempre con la criatura creada por Dios y
en esta Iglesia que ha sabido integrarse, inculturarse y enriquecer con el
Evangelio la vida de las gentes, muchas veces oscuro, perturbado, desviado,
pero allí ha dejado la semilla del Evangelio.
Amigos Leo y compañeros del IEME. Qué sintonía la de los tres comentando el "sal de tu tierra". Y hoy resuena especialmente al tener la noticia de la salida definitiva de nuestro querido amigo Juan José Alarcia. Comparto con vosotros el sentimiento de la ausencia y la alegría del fruto misionero madurado tan gozosamente. Un abrazo para todos. Juan Robles.
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