Más que boom mediático (ríos de tinta y océanos de imágenes) la encíclica del Papa Francisco Laudato Si’, ha provocado un verdadero terremoto. Cristianos y no, creyentes y no, nadie ha quedado impasible: a unos y a otros se les ha movido el piso.
Y es que, como se está repitiendo, pocas
veces o nunca un papa había hablado tan claro y tan valiente sobre un tema. Lo
ha hecho con autoridad, a sabiendas que no es un científico, ni un economista,
ni un político para proponer todas las soluciones. En palabras del obispo de Aysen (Chile), Luis Infanti, la ya llamada Epístola Verde es “contundente, profética y desafiante”.
Mal haría yo abundando ahora en otro
comentario más o en recoger algo de lo que inunda las redes. Creo basta con
aceptar el llamado firme de Francisco: se exige una “conversión ecológica”. El
problema es tal que no basta con retoques, afeites o barnices: todos tenemos
que entrar en la dinámica de la “conversión pastoral” que nos marcó en la
Evangelii Gaudium (heredada de Aparecida 2007). Conversión centrada ahora en un
tema sobre el que muchos no nos confesábamos: la responsabilidad en el “cuidado
de la casa común”. Desde ahora todos deberemos examinarnos cada día sobre ello.
Todos los humanos, pero obligatoriamente y de manera especial, los seguidores
del Señor Jesús.
Derrotemos a la flojera y leamos, sí, las
casi 200 páginas del texto. No os asustéis, se lee fácil y se entiende. Y no
tiene desperdicio.
José Mª Rojo G.
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