miércoles, 26 de octubre de 2016

Sal de tu tierra por Leo Ramos

Me llamo Leo y soy misionero del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras). Hace un año largo que llegué a Zimbabue. Estoy viviendo en una población de unos 3.000-4.000 habitantes llamada Binga, junto al lago Kariba, a lo largo del cual se encuentran los tongas, pueblo bantú que también vive en el sur de Zambia y, en menor medida, en Mozambique. 

Acabo de ser nombrado vicario parroquial de All Souls Mission, de Binga, en la diócesis de Hwange. Y, aunque aún estoy aprendiendo la lengua y conociendo la cultura tonga, estoy empezando a visitar las comunidades de la misión.


Amigos tonga

Como es de suponer, el hecho de ser misionero hace que resuene en mí de modo especial la palabra DOMUND, es decir el domingo mundial de las misiones. El lema de este año es SAL DE TU TIERRA. Es curioso cómo las palabras cambiar de significado según las circunstancias de las personas. Antes de venir a Zimbabue, el SAL DE TU TIERRA, resonaba muy bíblico y me imaginaba a mí mismo como a Abrahán, dejándolo todo y partiendo hacia un lugar más o menos desconocido. Me imaginaba la misión como una “gran aventura”, casi épica, que no puede esperar, llena de ilusión y esperanza. Me atrevería a decir que era una visión un tanto “romántica” de la misión. Algo así como cuando una persona se enamora y se siente fascinada por todo lo que va a vivir en el futuro con la persona de su vida.

Con compañeros IEME

Cuando llegué aquí, y después de los primeros meses de asombro y romanticismo, me di cuenta de lo que supone el salir de mi tierra y dejar familia, amigos, país, diócesis, lengua, cultura… y tener que empezar de cero en todos los niveles. Es nacer de nuevo, literalmente; como un bebé. Y depender de todos los demás para crecer otra vez.

Con familia amiga en Zimbabue

Entonces vienen a tu vida palabras que antes las conocía sobre todo más a un nivel teórico. ¡Qué bonito suenan los términos “encarnación”, “nacer de nuevo”… en los retiros y las homilías! Pero qué duro es vivirlos en un país de misión, al menos cuando estás recién llegado. Duro pero apasionante a la vez, es verdad. Entonces ves cómo la ilusión y la esperanza del principio, aunque siguen ahí, se han transformado: son más reales y, por eso, merecen la pena ser vividas con mayor intensidad si cabe.

SAL DE TU TIERRA. Me gustaría que estas palabras fueran una invitación para tod@s aquéll@s que tienen un corazón inquieto. En alguna ocasión oí unas palabras similares a éstas: “cambiar los sueños por dinero”. Vienen a cuento, creo yo, porque si en algo se tienen que reconocer los jóvenes que son cristianos -y los cristianos en general, aunque no sean tan jóvenes- es en el hecho de soñar, de querer comerse el mundo para cambiarlo… En definitiva, es creer en la utopía. No una utopía vana y ciega, que no te ayude a avanzar o te lleve a ninguna parte, sino un utopía enraizada en nuestro horizonte, el Señor.

En la perigrinación diocesana de HwangeAsí, el SAL DE TU TIERRA, es la excusa perfecta para dejarlo todo, quemar las naves y conocer otros sitios, gentes y culturas con quienes compartir lo mejor que tenemos, al Señor. Y desde aquí, hacer posible un mundo mejor, deseo que está siempre en lo más profundo del corazón humano.

Luego, ya se verán los sitios, los medios, los modos, si un estilo más explícito de misión o más de trabajar a pie de calle con la gente… Eso ya depende de cada una de las personas y de Dios, el cual siempre prepara viajes diferentes según las personas a las que elige. ¿Quieres iniciar el viaje que Dios tiene preparado para ti? Pues SAL DE TU TIERRA.

“Sal” “Sal de tu tierra…”, José Luis Lázaro.

“Sal”“Sal de tu tierra…”, lema para la Jornada del Domund 2016 y, poco más o menos, las mismas palabras que fueron recibidas en mi corazón hace unos años cuando sirviendo a mi Iglesia Diocesana de Zaragoza como sacerdote, el Señor me “eligió” y me invitó a dejar seguridades, familia, amigos, comunidades, sueños… y partir hacia una tierra desconocida: África, en concreto Zimbabue.


José Luis Y Ángel Floro





En esta tierra “prometida” tuve que aprender a hablar una nueva lengua –el Ndebele-, a incultura...rme en unas nuevas tradiciones y costumbres y abajarme hasta convertirme en un niño…, donde tuve que cambiar mi nombre y adoptar el apellido “de mi familia africana” - ahora soy Father Ndiweni-; pero también es en esta tierra, donde el Señor se me manifiesta cada día de una manera sorprendente y maravillosa -especialmente entre los más pobres- descolocándome y cambiando todos los planes y programas previstos, para tener que hacer su voluntad y no la mía…

Atardecer en el Parque nacional de Hwange


En esta tierra nueva donde ahora vivo (paradójicamente el nombre popular donde está la misión es “Gaza” y, en verdad, hay ciertas similitudes entre estas dos tierras): “periférica”, “fronteriza”, con ausencia casi absoluta de instituciones gubernamentales, con una mayoría de la población que ansía “salir” y huir a otras tierras más prometedoras y con mejores expectativas de futuro… dónde he aprendido a “leer el Evangelio” en la clave correcta: desde los pobres y descartados que no cuentan para este sistema que ahora nos gobierna.
…y entonces, ¿qué estás haciendo allí? Es la pregunta que tantas veces recibimos desde los seres queridos que quedaron atrás. Y aparece en la memoria del corazón, la letra de una canción tantas veces tarareada de Luis Guitarra: “Sois la SAL que puede dar sabor a la Vida, sois la LUZ que tiene que alumbrar, llevar a Dios”.

Esperando el médico en Zimbabue

Esta es nuestra principal misión y tarea: “Ser SAL en medio de la vida de nuestra gente, en sus problemas y dificultades, en sus sueños y luchas, desde la Justicia y el Amor de Jesucristo…y con la convicción, de que estamos siempre en camino –como misioneros- “SALIENDO” a nuevas tierras y periferias donde nos esperan los grandes olvidados de la historia, las favoritos del Padre.



José Luis Lázaro Ansola, “Fr. Ndiweni”

Misionero del IEME en Zimbabue.

lunes, 24 de octubre de 2016

Enrique Córdova en salida.

“Dios le pide a Abraham que ‘salga de…’… ‘y Abraham partió’. Considero que la Biblia - esa gran Historia de amor entre Dios y su Pueblo- es una historia de vocaciones, de llamados, de comprometidos… la manía de Dios de incomodar para un servicio… y que la Iglesia es también es una historia de constantes llamados a ‘salir y ponerse en partida’.

a caballo

Es una experiencia única, bella, desinstaladora, arriesgada, desafiante… Dios no llama a salir para hacer ‘turismo’ - aunque sea muy interesante y necesario – llama porque hay MUCHAS NECESIDADES QUE ATENDER y a todos los niveles. Por eso se ha convertido en el mayor incómodo para el cristiano y la gente de fe: ¡nos quiere en salida!

visitando comunidades 1

Personalmente, desde que a los doce años dejé mi casa, familia, hábitos, amigos… y entré en el Seminario, no he dejado de salir y partir: Valladolid, Madrid, Kenia, Málaga, Brasil – San Paolo y Río de Janeiro- Roma, Ciudad Real, Valenzuela de Calatrava, Mozambique – Massinga- Puertollano, Argamasilla de Calatrava y ahora en Nicaragua, en Kukra Hill.

Descansando
Salir, supone dejar cosas, casas, personas, costumbres, idioma, amigos, hábitos… y llegar a otro lugar supone novedad, comenzar con nuevas cosas, casas, personas, costumbres, idiomas, amigos, hábitos… supone desconcierto y desinstalación, supone enfrentar nuevos desafíos, abrir los ojos, el corazón, los oídos… porque estás en una tierra desconocida, con gente desconocida, con lengua desconocida, con clima desconocido, con una Iglesia desconocida, no en su fondo y sí en sus formas.

asomándose a la ventana

Como digo, una experiencia única, dolorosa, humillante, pero muy rica a todos los niveles. Es una experiencia de transformación, inculturación, adaptación, nacer casi de nuevo, y os confieso que lo más duro y complicado es entrar en el corazón de la cultura y la gente, aun sabiendo que somos de fuera, que no somos de allí. Nos delata el acento, las formas, la cara, la piel… ‘ni modo’: ¡somos extranjeros! Y siempre lo seremos, pero el bajar hasta las profundidades de la nueva tierra supone renacer, relativizar las formas, ahondar en los fondos, ir con tiento, evitar imponer, implantar, hablar demasiado de ‘en mi tierra se hace así’. Es una verdadera batalla.

Pero, saben, encontrarse con el ser humano en otras latitudes, compartir, comunicarse, formar parte de su historia, hacer camino con ellos a su nivel… es un milagro de fe, de vida compartida y ofrecida… y es que uno se encuentra siempre con la criatura creada por Dios y en esta Iglesia que ha sabido integrarse, inculturarse y enriquecer con el Evangelio la vida de las gentes, muchas veces oscuro, perturbado, desviado, pero allí ha dejado la semilla del Evangelio.

Siempre os convido a que, al menos, hagáis un poco de salida, aunque sea de turismo, porque algo se queda. ¡Seguro!”.

jueves, 20 de octubre de 2016

REVISTA ID 426



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domingo, 16 de octubre de 2016

LA PATRIA DEL CORAZÓN. PREGÓN DEL DOMUND 2016

TEXTO DEL PREGÓN DEL DOMUND 2016 PRONUNCIADO POR PILAR RAHOLA EN LA SAGRADA FAMILIA DE BARCELONA.


Pilar Rahola

Excelentísimo Sr. Arzobispo Juan José Omella, monseñores, autoridades, amigas y amigos: 

No puedo empezar este pregón sin compartir los sentimientos que, en este preciso momento, me tienen el corazón en un puño. Estoy en la Sagrada Familia, donde, como decía el poeta Joan Maragall, se fragua un mundo nuevo, el mundo de la paz. Y estoy aquí porque he recibido el inmerecido honor de ser la pregonera de un grandioso acto de amor que, en nombre de Dios, nos permite creer en el ser humano. Si me disculpan la sinceridad, pocas veces me he sentido tan apelada por la responsabilidad y, al mismo tiempo, tan emocionada por la confianza.


No soy creyente, aunque algún buen amigo me dice que soy la no creyente más creyente que conoce. Pero tengo que ser sincera, porque, aunque me conmueve la espiritualidad que percibo en un lugar santo como este y admiro profundamente la elevada trascendencia que late el corazón de los creyentes, Dios me resulta un concepto huidizo y esquivo. Sin embargo, esta dificultad para entender la divinidad no me impide ver a Dios en cada acto solidario, en cada gesto de entrega y estima al prójimo que realizan tantos creyentes, precisamente porque creen. ¡Qué idea luminosa, qué ideal tan elevado sacude la vida de miles de personas que un día deciden salir de su casa, cruzar fronteras y horizontes, y aterrizar en los lugares más abandonados del mundo, en aquellos agujeros negros del planeta que no salen ni en los mapas! ¡Qué revuelta interior tienen que vivir, qué grandeza de alma deben de tener, mujeres y hombres de fe, qué amor a Dios que los lleva a entregar la vida al servicio de la humanidad! No imagino ninguna revolución más pacífica ni ningún hito más grandioso.

Miisoneros a caballo. Nicragua

Vivimos tiempos convulsos, que nos han dejado dañados en las creencias, huérfanos de ideologías y perdidos en laberintos de dudas y miedos. Somos una humanidad frágil y asustada que camina en la niebla, casi siempre sin brújula. En este momento de desconcierto, amenazados por ideologías totalitarias y afanes desaforados de consumo y por el vaciado de valores, el comportamiento de estos creyentes, que entienden a Dios como una inspiración de amor y de entrega, es un faro de luz, ciertamente, en la tiniebla.

Hablo de ellos, de los misioneros, y esta palabra tan antigua como la propia fe cristiana —no en vano los cristianos empezaron a salir de su tierra, para ir a la tierra de todos, desde los principios de los tiempos—, esta palabra, decía, ha sido ensuciada muchas veces, arrastrada por el fango del desprecio. Es cierto que los misioneros tienen un doble deseo, una doble misión: son portadores de la palabra cristiana y, a la vez, servidores de las necesidades humanas. Es decir, ayudan y evangelizan, y pongo el acento en este último verbo, porque es el que ha sufrido los ataques más furibundos, sobre todo por parte de las ideologías que se sienten incómodas con la solidaridad, cuando se hace en nombre de Cristo. De esta incomodidad atávica, nace el desprecio de muchos.

José Luis Ruiz celebrando en Zimbabue

Es evidente que las críticas históricas a determinadas prácticas en nombre de la evangelización son pertinentes y necesarias. Estoy convencida, leyendo el Nuevo Testamento, de que el mismo Jesús las rechazaría. Pero no estamos en la Edad Media, ni hace siglos, cuando, en nombre del Dios cristiano, se perpetraron acciones poco cristianas. Desgraciadamente, el nombre de todos los dioses se usa en vano para hacer el mal, y este hecho tan humano tiene muy poco que ver con la idea trascendente de la divinidad. Pero, al mismo tiempo, hay que poner en valor la entrega de miles y miles de cristianos que, a lo largo de los siglos, han hecho un trabajo de evangelización, convencidos de que difundir los valores fraternales, la humildad, la entrega, la paz, el diálogo, difundir, pues, los valores del mensaje de Jesús, era bueno para la humanidad. Si es pertinente hacer proselitismo político, cuando quien lo hace cree que defiende una ideología que mejorará el mundo, ¿por qué no ha de ser pertinente llevar la palabra de un Dios luminoso y bondadoso, que también aspira a mejorar el mundo? ¿Por qué, me pregunto —y es una pregunta retórica—, hacer propaganda ideológica es correcto, y evangelizar no lo es? Es decir, ¿por qué ir a ayudar al prójimo es correcto cuando se hace en nombre de un ideal terrenal, y no lo es cuando se hace en nombre de un ideal espiritual? Y me permito la osadía de responder: porque los que lo rechazan lo hacen también por motivos ideológicos y no por posiciones éticas.

En el centro de maternidad de Kana. Zimbabue

Quiero decir, pues, desde mi condición de no creyente: la misión de evangelizar es, también, una misión de servicio al ser humano, sea cual sea su condición, identidad, cultura, idioma..., porque los valores cristianos son valores universales que entroncan directamente con los derechos humanos. Por supuesto, me refiero a la palabra de Dios como fuente de bondad y de paz, y no al uso de Dios como idea de poder y de imposición. Pero, con esta salvedad pertinente, el mensaje cristiano, especialmente en un tiempo de falta de valores sólidos y trascendentes, es una poderosa herramienta, transgresora y revolucionaria; la revolución del que no quiere matar a nadie, sino salvar a todos.

Permítanme que lo explicite una manera gráfica: si la humanidad se redujera a una isla con un centenar de personas, sin ningún libro, ni ninguna escuela, ni ningún conocimiento, pero se hubiera salvado el texto de los Diez Mandamientos, podríamos volver a levantar la civilización moderna. Todo está allí: amarás al prójimo como a ti mismo, no robarás, no matarás, no hablarás en falso...; ¡la salida de la jungla, el ideal de la convivencia! De hecho, si me disculpan la broma, solo sería necesario que los políticos aplicaran las leyes del catecismo para que no hubiera corrupción ni falsedad ni falta de escrúpulos. El catecismo, sin duda, es el programa político más sólido y fiable que podamos imaginar.

Recogiendo agua en Togo

Y de la idea menospreciada, criticada y tan a menudo rechazada de la evangelización, a otro concepto igualmente demonizado: el concepto de la caridad. ¿Cuántas personas de bien que se sienten implicadas en la idea progresista de la solidaridad, y alaban las bondades indiscutibles que la motivan, no soportan, en cambio, el concepto de la caridad cristiana? Y uso el término con todas sus letras: caridad cristiana, consciente de cómo molesta esa motivación en determinados ambientes ideológicos. Sin embargo, esta idea, que personalmente encuentro luminosa, pero que otros consideran paternalista e incluso prepotente, ha sido el sentimiento que ha motivado a millones de cristianos, a lo largo de los siglos, a servir a los demás. Y cuando hablamos de los demás, hablamos de servir a los desarraigados, a los olvidados, a los perdidos, a los marginados, a los enfermos, a los invisibles. ¡Quiénes somos nosotros, gente acomodada en nuestra feliz ética laica, para poner en cuestión la moral religiosa, que tanto bien ha hecho a la humanidad! La caridad cristiana ha sido el sentimiento pionero que ha sacudido la conciencia de muchos creyentes, decididos a entregar la vida propia para mejorar la vida de todos.

Maite Oiartzun de las Misioneras de África en Burundi


Y no me refiero solo a los misioneros actuales, a los más de quinientos catalanes, o a los casi trece mil de todo el Estado, repartidos por todo el mundo, allí donde hay necesidad más extrema, sino también a aquellos lejanos cristianos que, por amor a su fe, protagonizaron gestas heroicas. ¿Qué podemos decir, por ejemplo, de los mercedarios que se intercambiaban por personas que estaban presas en tierras musulmanas, como acto sublime de sacrificio propio, en favor de los demás? El mismo ideal espiritual que motivaba a san Serapión a ir hasta el Magreb, entrar en la prisión de un sultán y liberar a un desconocido, convencido de que aquel acto de amor era un tributo a Dios, es el que motivó a Isabel Solà Matas, una joven enfermera catalana, perteneciente a la Congregación de Jesús-María, a estar dieciocho años en Guinea y ocho en Haití, hasta que fue asesinada. Durante todos estos años de entrega, dejó su estela de bondad y servicio, y, gracias a ella, por ejemplo, existe ahora el Proyecto Haití, un centro de atención y rehabilitación de mutilados que fabrica prótesis para los haitianos que no tienen recursos. La conocían como «la monja de los pies», porque, gracias a ella, muchos haitianos pobres habían tenido una segunda oportunidad. Casi ochocientos años separaban a san Serapión de Isabel Solà, y, en ocho siglos, el mismo alto ideal de servicio y entrega los motivaba, empujados por la creencia en un Dios de amor.

Nemesio Frías en Zimbabue

Y como Isabel, tantos otros misioneros, monjas, curas y seglares, muertos en cualquier rincón del mundo, asesinados, abatidos por virus terribles, caídos en las guerras de la oscuridad. Cómo no recordar al hermano Manuel García Viejo, miembro de la Orden de San Juan de Dios, que, después de 52 años dedicados a la medicina en África, se infectó del ébola en Sierra Leona y murió. O a su compañero de Orden Miguel Pajares, que desde los doce años dedicaba su vida a los más pobres y que regentaba un hospital en una de las zonas de Liberia más castigadas por el virus. Todos ellos, caídos en el servicio a la humanidad, motivados por su fe religiosa y por la bondad de su alma. Isabel, Manuel, Miguel son la metáfora de lo que significa el ideal del misionero: el de amar sin condiciones, ni concesiones. Si Dios es el responsable de tal entrega completa, de tal sentimiento poderoso que atraviesa montañas, identidades, idiomas, culturas, religiones y fronteras, para aterrizar en el corazón mismo del ser humano, si Dios motiva tal viaje extraordinario, cómo no querer que esté cerca de nosotros, incluso cerca de aquellos que no conocemos el idioma para hablarle.

Decía Isabel Solà en 2011, en un vídeo-blog para pedir ayuda para su centro de prótesis: «Os preguntaréis cómo puedo seguir viviendo en Haití, entre tanta pobreza y miseria, entre terremotos, huracanes, inundaciones y cólera. Lo único que podría decir es que Haití es ahora el único lugar donde puedo estar y curar mi corazón. Haití es mi casa, mi familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios».

Funeral por Isabel Solá en madrid

No encuentro palabras más intensas para describir la fuerza grandiosa del amor. He dicho al inicio de este pregón que no soy creyente en Dios, y esta afirmación es tan sincera como, seguramente, triste. ¡Estamos tan solos ante la muerte los que no tenemos a Dios por compañía! Pero soy una creyente ferviente de todos estos hombres y mujeres que, gracias a Dios, nos dan intensas lecciones de vida, apóstoles infatigables de la creencia en la humanidad. El papa Francisco ha pedido, en su Mensaje para este DOMUND, que los cristianos «salgan» de su tierra y lleven su mensaje de entrega, pero no porque los obliga una guerra o el hambre o la pobreza o la desdicha, como tantas víctimas hay en el mundo, sino porque los motiva el sentido de servicio y la fe trascendente. Es un viaje hacia el centro de la humanidad. Esta llamada nos interpela a todos: a los creyentes, a los agnósticos, a los ateos, a los que sienten y a los que dudan, a los que creen y a los que niegan, o no saben, o querrían y no pueden. Las misiones católicas son una ingente fuerza de vida, un inmenso ejército de soldados de la paz, que nos dan esperanza a la humanidad, cada vez que parece perdida.

Joan Soler en Togo

Solo puedo decir: gracias por la entrega, gracias por la ayuda, gracias por el servicio; gracias, mil gracias, por creer en un Dios de luz, que nos ilumina a todos.

 TEXTO DEL PREGÓN DEL DOMUND 2016 PRONUNCIADO POR PILAR RAHOLA EN LA SAGRADA FAMILIA DE BARCELONA.

Publicado por OMP ESPAÑA × 10/15/2016
http://www.domund.org/2016/10/la-patria-del-corazon.html
Pilar Rahola


martes, 4 de octubre de 2016

SAL DE TU TIERRA

"Sal de tu tierra, sí, pero ¿a dónde, cómo, con qué condiciones? ¿Sal de tu tierra así sin más? Estas palabras del slogan del DOMUND de este año siempre han ejercido en mí cierto atractivo, evocan países lejanos, viajes, aventuras, músicas, culturas, etc. 

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Sin embargo, por mucho tiempo el “Sal de tu tierra” lo entendí como una ocurrencia para aventureros eclesiales, un “deporte de riesgo” para los más atrevidos, para “los más titanes”, para aquellos que andaban rebuscando el “más difícil todavía”. “Ser misionero” lo veía como algo que formaba parte de lo bonito, de lo brillante, de lo sobresaliente que todo el mundo admira; pero en definitiva, algo que era prescindible, accesorio, algo que realmente no se pide, y que, a todo lo más, llegan a ser consentidos o tolerados. Pues ahora que hay aquí tanto trabajo, ¿a ti se te ocurre marcharte por ahí?.

Sin embargo poco a poco llegué a comprender que es Dios mismo quien pronuncia estas palabras, es el mismo Jesús quien ordena a su Iglesia “id por todo el mundo” (Marcos 16,15), más allá de tu pueblo, más allá de tu diócesis, más allá de ti mismo. Y es una exigencia viene de Dios, y pide una respuesta: a la Iglesia, a la diócesis a las personas.

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Ya no se trata tanto de cualidades personales u ocurrencias individuales, cuanto del ser o no ser de la Iglesia, del ser o no ser de una palabra que tiene que ser conocida y que es causa de liberación para mucha gente y para muchos pueblos, ya lejanos ya cercanos.


“Sal de tu tierra”, ¿a dónde?, ¡qué importa! ¿No viene de Él la invitación?, pues Él será el garante del viaje, aún a las islas más remotas, a los desafíos que no estaban previstos, a los obstáculos para los que no estabas preparado, a las pruebas que no estaban programadas, a los cambios para los que no te habían avisado, a… Tú ponte en camino, pues no serán tus cualidades, habilidades, destrezas y experiencia quienes garantizan el viaje, sino la confianza en Aquél que te invita y te asegura “yo estaré con vosotros todos los días”.

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“Sal de tu tierra” cómo, con qué condiciones. No hay condiciones; o sí, hay una condición: estar enamorado; estar entusiasmado porque has encontrado la perla escondida que vale más que todas las demás perlas, y quieres que todos la conozcan, la disfruten y también la posean. Solo este entusiasmo nos puede hacer caminar como Iglesia y salir de nosotros mismos, a pesar de nuestros miedos, a pesar de nuestras inseguridades personales o institucionales. ¿No es Dios el dueño de esta empresa? Por si lo habíamos olvidado Él mismo nos lo recuerda: “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles…” (Salmo 126) “Sal de tu tierra” es salir del terruño, es salir de la rutina, de lo de siempre; es, en definitiva, el salir de uno mismo (para más cerca o para más lejos, pero salir), es dejarse guiar, es dejarse seducir por Dios. Y Él te conducirá (y conducirá a la Iglesia) a donde nunca habías imaginado poder llegar."

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Antonio Fernández Domínguez – Misionero del IEME en Zambia

lunes, 3 de octubre de 2016

FORO DE DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

Ayer, día 2 de octubre se reunió el foro de diálogo interreligioso en el IEME. En este foro se reúnen miembros y comunidades de distintas tradiciones religiosas como católicos, musulmanes, judíos, baha´is, budistas, e hinduistas. Dentro de la parte católica procedemos de distintas comunidades y asociaciones con sensibilidad interreligiosa. 

sesión de trabajo 1

La comisión de Diálogo Interreligoso de la CONFER y el DIM (diálogo Intereligioso monástico) realizan un trabajo muy meritorio. Con nosotros también se encontraba el secretariado de ecumenismo y asuntos interreligiosos de la CEE.

El objetivo del encuentro de ayer estaba en concretar los contenidos y día de la Jornada de Diálogo Interreligioso que todos los años se viene organizando. Para este año el tema apuntado ha sido "¿Qué aporta hoy el diálogo interreligioso?" La Jornada de Diálogo Interreligioso tendrá lugar el 26 de Marzo. Los reunidos después de dialogar sobre el tema, contenidos y lugar, y una próxima reunión preparatoria para el 25 de noviembre que implemente  el desarrollo de la Jornada terminaban a las 13 horas de la mañana. 

Que nos encontremos, que nos conozcamos y que podamos sentarnos a preguntarnos por cada uno de nosotros, nuestras comunidades, ser amigos y que entre nosotros haya un espíritu de convivencia y respeto tan grande como el que hay es algo muy bonito y necesario también para toda la sociedad
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