“Guatemala en el
corazón”
Acaba de cumplir cincuenta años como misionero en
Guatemala (1970-2020), y nos habla de su rica experiencia en este país
centroamericano.
Preséntate.
Mi nombre es Jesús Rodríguez Álvarez, nací en
diciembre de 1943 en un pueblo de León, llamado Gordaliza del Pino en 1943.
Hice estudios de Humanidades y Filosofía en el seminario de León, y los
cinco años de Teología en el
Seminario del IEME, que existía en
Burgos por aquellos años.
¿Por qué a Guatemala?
Por Burgos, pasaban misioneros que habían estado
en países de Asia, África y América Latina. Al encontrarme con compañeros que
venían de Guatemala, hubo algunos aspectos que me llamaron la atención y poco a
poco fue creciendo mi interés por irme a vivir allá y a sumarme a la actividad
pastoral de los misioneros que yo había conocido en Burgos.
¿Qué llevabas en el
corazón a tu llegada?
Ya entonces pesaban
en mí los deseos de servir, de compartir sueños, de conocer otras culturas y de
vivir experiencias diferentes. Era algo así como embarcarme en una nueva
aventura.
¿Qué es lo que más te impactó de
esa realidad cuando aterrizaste allá?
Me llamo poderosamente la atención
la cohesión y la unidad del Grupo formado por sacerdotes forjados por una
larga, poderosa y generosa entrega al servicio del reino de Dios.
La Historia de Guatemala durante el
siglo pasado incluía gobiernos militares, con prácticas feudales y verdadero
abandono de amplios sectores de la población.
Día a día al visitar las comunidades
rurales, constataba la sabiduría y el coraje de sus animadores, hablo de los
catequistas, analfabetos algunos de ellos, pero sabedores de “los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”.
Fueron ellos y ellas quienes me evangelizaron y me enseñaron a ser lo que soy.
Fue en el legendario Petén, cuna de
la civilización maya, donde di mis primeros pasos en esta iniciativa que dio
sentido a mi vida. Fue ahí donde se fue fraguando mi personalidad, entre
migrantes llegados de otros departamentos del país en búsqueda de la nueva
tierra de promisión.
Posteriormente el Petén vio llegar
grupos humanos con otro tipo de intereses, que a su vez, ha provocado una autentica desertización del pulmón de América
Central
¿Qué supuso la guerra
civil de 1960 a 1996, y como te situaste?
Hablar del conflicto armado interno nos
lleva a recordar una situación generalizada de verdadera esclavitud y de
negación de los derechos de las mayorías, como consecuencia del mantenimiento
de los privilegios de unos pocos.
Fue así como un pequeño grupo de personas
jóvenes, de diversos sectores, indignados, se alzaron en armas contra el poder
establecido y lucharon a brazo partido durante 36 años.
A lo largo de esa noche oscura, se
escribieron escenas de terror que llevaron consigo lágrimas, pánico, y
destrucción de la vida que aún
perdura.
Durante ese tiempo hubo tres palabras que
lamentablemente adquirieron carta de ciudadanía. Entierro, destierro y
encierro.
La Iglesia escribió, a su vez, páginas
hermosas de denuncia y anuncio en defensa de la vida. Páginas que al día de
hoy, son el mejor exponente del reconocimiento eclesial, al contar ya con cinco
sacerdotes, un hermano de la Salle, y ocho campesinos de diversas comunidades
rurales (entre ellos un niño de doce años) mártires o testigos de la fe.
¿Qué actitud valoras más en un misionero? ¿Y la que menos?
El misionero debe tener muy claro, que al
estilo de Jesús, debe despojarse, insertarse y encarnarse allá donde ha sido
enviado, “haciéndose uno de tantos”, en actitud de respeto, y listo para
escuchar en todo momento, marcado por la
cultura del encuentro, como dice el papa Francisco. Es tanto como dejarse
moldear en un aprendizaje que no termina nunca, optando por los últimos. Lo peor
que le puede ocurrir al misionero es sentirse más, creerse el controlador o presumir de lo que él piensa o puede,
contradiciendo los saberes del pueblo y olvidándose de los preferidos del
Maestro
¿Cuál es tu vida
parroquial hoy?
Para mí la parroquia es la casa abierta, el
espacio donde confluyen iniciativas y luces del
espíritu que sopla donde quiere. Es la plataforma llamada a ser cauce de
energía y a expandir vitalidad, dinamismo y aliento a la Comunidad Mayor desde
un mismo pensar y un mismo sentir y haciendo del servicio el eje que lo
atraviesa todo.
Creo en una Iglesia fiel al Evangelio de Jesús,
caracterizada por la defensa de los Derechos Humanos a través de un claro
compromiso a favor de la justicia, posible únicamente con una adecuada
formación en la Doctrina Social de la Iglesia. El Papa Francisco habla de la
“exigencia” de una cultura eclesial, marcadamente laical, con un contundente
protagonismo de los laicos.
En un país en que la mujer es considerada en
la mayoría de los casos alguien de segunda categoría, relegada al hogar,
invisibilizada, nada tiene que extrañar que la parroquia haya optado por la
dignificación de la mujer, en asentamientos urbanos de las periferias de la
ciudad.
A través de una serie de esfuerzos multidisciplinarios,
impulsamos la formación y la capacitación en áreas que les son propias y que
llevan a la sensibilización, la concienciación y la organización que les ayude
a sentirse protagonistas de su propio desarrollo integral, caminando con la
gente en condiciones de igualdad e inserción social como hijas de Dios.
¿Cómo ves el horizonte de tu sacerdocio a tus 76 años?
Al finalizar el conflicto armado interno y
firmar los acuerdos de paz en diciembre de 1996, me sentía, cansado, agotado y
sin fuerzas.
Después de todo un proceso de discernimiento
que me llevó tiempo, opté por seguir en el país, con la única decisión de
trasladarme a la capital del estado. Era,
pensé en aquel momento, lo mejor que podía hacer. Me seguía sintiendo
útil, y aún tenía mucho que aprender. A estas alturas de
mi vida aquel paso tiene plena vigencia, Dios y su Pueblo Santo me irán
diciendo como seguir.
¿Qué es el IEME en
tu vida?
Aquel mes de
septiembre de 1963 en que llegué a Burgos, y que respondió a una corazonada,
como diría san Juan XXIII, al explicar el porqué de la convocatoria del
Concilio Vaticano II, marcó un antes y un después en mi vida. El IEME, como
dijo alguien en una ocasión “imprime carácter”, tanto en el orden del
pensamiento, como en las vivencias. Dios ha estado conmigo, aunque usando
palabras de papa Francisco en Panamá, a los sacerdotes nos haya tocado estar en
la línea de fuego.
¿Te dejas algo en el tintero?
El papa Francisco pidió hace unos meses a los
nuncios a lo largo y ancho del mundo que pasaran al menos un año en algún país de
misión. Este deseo papal, me gustaría hacerlo extensivo a los sacerdotes de las
diversas diócesis de España, no para que vayan a ayudar sino para que acojan,
escuchen, y acompañen. Este pueblo, estas comunidades, la historia toda de
Guatemala y su gente me han permitido caminar a su lado y ser contagiado por su
“mejores virus”. Muchas gracias por tu testimonio.
Carmelo
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