El testimonio bíblico da cuenta de una diversidad de entendimientos del papel del Espíritu Santo en misión.
Una perspectiva destaca
que el Espíritu Santo es totalmente dependiente de Cristo, el Paracleto, aquél
que ha de venir como consejero y abogado sólo después de que Cristo haya ido al
Padre. Se considera que el Espíritu Santo es la presencia permanente de Cristo,
su agente encargado de cumplir la tarea de la misión. Este entendimiento apunta
a una misionología centrada en el envío y el ir al mundo. Por ello, un enfoque
neumatológico de la misión cristiana reconoce que la misión tiene un fundamento
esencialmente cristológico y relaciona la obra del Espíritu Santo con la
salvación a través de Jesucristo.
De “Juntos por la vida: Misión y
evangelización en contextos cambiantes”
Misiones
Extranjeras 262 setiembre octubre 2014
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