miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Iglesia al encuentro del hombre.

PABLO VI: La Iglesia al encuentro del hombre. AAS. 58 (1966,51-59) "Concluimos el día de hoy el Concilio Ecuménico Vaticano II...  La Iglesia del Concilio sí se ha ocupado mucho, además de sí misma y de la relación que le une con Dios, del hombre tal cual hoy en realidad se presenta: del hombre vivo, del hombre enteramente ocupado de sí, del hombre que no sólo se hace el centro de su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad. 


 Todo el hombre fenoménico, es decir cubierto con las vestiduras de sus innumerables apariencias, se ha levantado ante la asamblea de los padres conciliares, también ellos hombres, todos pastores y hermanos, y, por tanto, atentos y amorosos: se ha levantado el hombre trágico en sus propios dramas, el hombre superhombre de ayer y de hoy, y, por lo mismo, frágil y falso, egoísta y feroz, luego, el hombre descontento de sí, que ríe y que llora, el hombre versátil, siempre dispuesto a declamar cualquier papel, y el hombre rígido que cultiva solamente la realidad científica; el hombre, tal cual es, que piensa, que ama, que trabaja, que está siempre a la expectativa de algo, él “filius accrescens” (Gen. 49,22); el hombre sagrado por la inocencia de su infancia, por el misterio de su pobreza, por la piedad de su dolor; el hombre individualista y el hombre social; el hombre” laudator temporis acti “ (que alaba los tiempos pasados) y el hombre que sueña en el porvenir; el hombre pecador y el hombre santo… 

El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. 
El descubrimiento de las necesidades humana -y son tanto mayores, cuanto más grande se hace el hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro sínodo. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferirle siquiera este mérito y reconocer nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre".

El Papa Francisco dice que ha elegido este día de la Inmaculada para inaugurar el Año de la Misericordia por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia: "El quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio ecuménico Vaticano II. La Iglesia necesita mantener vivo este evento" (MV 3-4). ¡Demos gracias a Dios!!!
Lo envía Tomás Durán, vicario de pastoral de Salamanca.


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