martes, 16 de diciembre de 2014

Nuestras ilusiones.

Por Ángel Becerril.

 Recientemente me comentaba un amigo misionero: “Ahora ya no tengo ilusiones, pero sigo teniendo ilusión”. Correcto, amigo, vas caminando por la senda que conduce a la madurez. Muchas de nuestras ilusiones chocan frontalmente con los hechos reales y se desbaratan. 

Bai Sri Su QUAN

La vida no se mueve a nuestro ritmo, somos nosotros los que tenemos que sintonizar con el ritmo de la vida. Pero siempre queda una ilusión que nos viene de arriba. La “historia de Jesús” asume nuestras frágiles historias y las transforma.
¿Dónde se produce ese choque con nuestras ilusiones?  He aquí algunas de nuestras lamentaciones mas frecuentes:

  • A veces nos da la impresión de que el mundo se rompe a pedazos.
  • Las metas que nos propusimos alcanzar en un futuro cercano parecen alejarse al paso de los días.
  • El hambre que íbamos a despejar del mapa parece ir ganando terreno.
  • A la paloma de la paz se le han quebrado las alas.
  • La hermandad que laboriosamente construimos entre los vecinos del pueblo y del barrio de pronto se desbarata como un globo que cae sobre un espino.
  • Esa comunidad nueva que íbamos tejiendo con paciencia y esfuerzo aun no ha superado las divisiones internas.
  • La fe que el sembrador depositaba con sudor sobre la tierra como semilla prometedora no acaba de echar raíces.
  • Formación


Job añadiría aún otras muchas lamentaciones.
Cuando los misioneros del IEME llegamos a Tailandia, hace ahora más de veinte años, el país contaba, aproximadamente, con 55 millones de tailandeses entre los que  escasamente 300.000 se confesaban católicos. Hoy andamos por los 66 millones y seguimos con pocos más de 300.000 católicos. El 0,5% de población católica ha descendido a 0,4%. Las estadísticas no están a nuestro favor.
Celbrando la Eucaristía

A nuestra llegada en 1991, pudimos ya constatar que el SIDA era considerado problema serio en la sociedad. Hoy, después de que murieran muchos de los seropositivos, tenemos que cuidar, además, de los huérfanos que dejaron como herencia. Los problemas se siguen como los eslabones de una cadena.
Cuando leo en el Antiguo Testamento los distintos pasos por los que se movió el proyecto de Dios con Israel constato también que son más los fracasos que los éxitos y que después de muchos años de laboriosidad por parte de algunos personajes, en especial de los profetas, el resultado se redujo a un“pequeño resto” y un retoño verde brotando de un viejo tronco seco.
Celebrando la fe

¿Es que merece la pena invertir tantos esfuerzos para mejorar el mundo?, ¿de qué sirve una vocación para enterrarse en el surco cuarenta años sin ver florecer la planta? Incluso aquel que supo alabar las flores más bellamente vestidas que Salomón en su gloria no vio florecer su proyecto. Cuando Moisés cayó en la cuenta de que su insistente petición de libertad al Faraón aumentaba la opresión de su pueblo llegó a exclamar: “¿Por qué me has enviado?” (Ex.5, 22). Por las calles de la aldea global nos topamos algunas veces con faraones. Pero el amor no se atasca en esas preguntas. “El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”(1 Cor. 13, 7).

Compartiendo la vida

Un congresista de Estados Unidos pregunto en una ocasión a Madre Teresa cómo podía ella intentar alimentar a todos los hambrientos del mundo. “Son tantos que su empresa supera totalmente sus fuerzas”. A lo que Madre Teresa contestó: “¿Cómo se come un elefante? Sencillamente, trozo a trozo”.

Nuestra misión es ingente. ¿Cómo la afrontamos? Sencillamente, trozo a trozo.

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