domingo, 3 de agosto de 2014

Revista ID nº 415

Que se alegren los que se acogen a ti, y su gozo sea eterno; protégelos y se llenarán de júbilo los que te aman  Sal 5, 12


Últimamente estoy descubriendo una faceta que me parece muy bonita e interesante. Es aquella en la que Jesús ejerce de “maestro oriental”. Perdonadme la comparación de que Jesús sea o parezca un maestro zen. Los evangelios hablan y llaman a Jesús “rabbuni” ¿Qué hay de malo en caracterizar a este “rabbuni” un poquito de zen? Dicen los entendidos que el zen hay que verlo como una cultura de la mente que refleja la sensibilidad por la realidad que le rodea y el arte de vivir o de la vida corriente. En todo caso una cultura que se extiende “más allá“ de los enrarecidos terrenos de la espiritualidad y las bellas artes; también posee un enorme valor práctico” dice Kenneth S. Leong. El interés del zen se proyecta en la calidad de la vida tal y como la vivimos. 
Jesús era un hombre práctico y sabía vivir. Daba sentido y calidad de vida a cada instante, contemplaba la belleza del entorno y lo hacía gustar a quienes se encontraban en su proximidad “para que tengan vida y ésta en abundancia”. Aportaba una belleza interior y un sentido profundo al ajetreo y dureza de la realidad de cada día. Hacía de la vida ordinaria, una experiencia relajante y bella de Dios. 



El verano no tiene por qué ser sinónimo de vacaciones, pero ciertamente el clima nos hace mella e invita al descanso después de los rigores de un año que han podido socavar nuestras fuerzas. Escuchamos las palabras del maestro “venid a descansar”. Ocurre, sin embargo, que hay quienes se les hace difícil el arte del descanso, el gustar y recrearse en la belleza de las pequeñas cosas de la vida y van de acá para allá con la agitación, el estrés y el desasosiego de siempre. Qué preciosos los versos de Fray Luis de León con los que os dejo .

¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!... 
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo a solas, 
sin testigo, libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.


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